viernes, 2 de septiembre de 2011

Aquel viaje al Tepozteco




Salimos el domingo a las 8 am, de la terminal Taxqueña en un Pullman

de Morelos. Hacia mucho tiempo que había ido de viaje con mi familia, y esta vez acompañado de mi novia, trataba de recordar como era el camino al Tepozteco. Lo único que recordaba era que el camino era tortuoso y la recompensa al final no estaba a la par. Llegamos hora y media después al pueblo de Tepoztlan y como no habíamos desayunado decidimos caminar por el mercadito para consumir algún bocadillo antes de subir.

Gorditas triangulares, no se porque a nadie se le había ocurrido, se llaman Itacates (Raro, porque en mi familia un itacate es cuando gorroneas comida para llevar) y para sentirnos mas turistas pedimos una de chapulines. No recomendable para estomagos delicados, un Boing de guayaba nos ayudo a pasar el bocado.

Ahora si , ya comidos y bebidos, decidimos comenzar la travesía. Ya desde la avenida principal se puede ver la pirámide, y también se logran ver todo tipo de personas, no, no es verdad lo único que se pueden ver son Hippies por todos lados.¡POR TODOS LADOS!.

Como empezaba a hacer solesito, el antojo de unas tepoznieves se hizo presente, además de que aun teníamos patitas de grillo en nuestras gargantas, y queríamos algo dulcecito. Y ahora si, con nuestras tepoznieves en las manos comenzamos el camino hacia la cima.

Conocimos al sinuoso camino ya con nuestros botecitos de helado vacio, fue una pena porque estaban deliciosas. Caminamos hasta que las piernas comenzaron a temblar, y después de eso caminamos mas, venciendo cada roca bajo nuestras suelas de goma, hasta que las gotitas de sudor se convertieron en cascadas de agua salada, fue una gran decepción el ver un anuncio que burlón decía “Bienvenidos al camino a Tepozteco”. -¿Bienvenidos? Como que bienvenidos, ¿pues que no ya casi llegamos? Pues no, acabábamos de empezar…

Así nuestras aletargadas piernas conocieron por fin su propósito en la vida, caminar. Caminar hasta que la cosa se puso vertical, y entonces tuvimos que escalar, y ya no solo las piernas
temblaban, los brazos también y nuestros corazones vibraban como si suplicaran clemencia en código morse.


Allí, rodeados de verde maleza y gigantescas montañas nos dimos cuenta de que la naturaleza es una perra, y que ese recorrido hubiera estado 10 veces mucho mas chido si estuviéramos en Francia y nos transportaran en un teleférico. Pero bueno como ya estábamos mucho mas pa´lla que pa´ca pues mejor seguimos subiendo. Error, porque se puso peor. El camino se hacia angosto, un poco por las paredes de roca, otro mucho porque las personas comenzaron a caer derrotadas y se arrastraban a los lados para no estorbar, aunque obviamente seguían estorbando, ¡POR GORDAS! Ya cuando la idea de formar parte de aquellas personas se volvia tentadora, unas escaleras de metal indiciaban el final del camino. Por fin llegamos y hasta arriba la mejor recompensa del mundo se alzo ante mis ojos, vendían coca-colas frias, ha si y también había una pirámide medio pitera…pero COCA-COLAAAAAS!

Esa pirámide nos sirvió de sillón de roca y nos dedicamos a descansar, cuando de pronto una criatura peluda y extraña salió de la maleza.


El señor Tejon.

Así el primer Coatí, se presento como una revelación de un mundo que no conociamos. Por un momento la ciudad se sintió lejana, y la naturaleza nos rodeo inmensa, el viento grito salvaje, un zopilote voló a un lugar inalcanzable y un sentimiento de vértigo se apodero de mi cabeza. Me di cuenta de donde estaba y lo que me había costado llegar, luego comprendí que ese había sido el camino de todos los días de un pueblo del que solo queda una pirámide escondida en la cima de unas montañas, y que si en otro tiempo me hubiera sentado en aquel sagrado lugar seguramente me habrían sacado el corazón. Y eso se sintió bien.

Allí en la cima todo era tranquilidad, el panorama era inmenso y te incitaba a charlar de aquellas cosas buenas de la vida, el futuro se veía prometedor. Hasta que unos reguetoneros empezaron a gritar leperadas y entonces el momento se arruino y recordamos lo que era vivir en la ciudad y el aire apestoso y las calles llenas de basura y decidimos que ya era hora de bajar y volver a nuestras cotidianas vidas citadinas.

1 comentario:

Mirandyh dijo...

Oye que padre escríbes!!! Y tienes razón con lo del Tepozteco, sientes que nunca llegas. Muy bien Oscar =P